domingo, 22 de abril de 2018

Planeta Azul: la serie continúa

Este artículo se publicó en la Revista Acusub, en el número 173 http://acusub.com/?p=2600
Texto: Mónica Alonso Ruiz
Este texto contiene enlaces a clips de vídeo. Para disfrutar de ellos pincha en los textos resaltados

Hace ya más de 15 años que la serie documental Planeta Azul se emitió en televisión. Para mí fue un hito en mi labor de aprendizaje porque recibí el empujón definitivo a mi curiosidad por el medio marino. Hacía pocos años que había descubierto el buceo recreativo y por entonces empezaba a hacer cursos de biología en ZOEA y a colaborar con este centro de buceo y biología en tareas de documentación. Todavía quedaban restos en mi memoria del mundo submarino de Cousteau que se iban refrescando con algunos documentales que podía ver en la 2 de TVE.

  


Recuerdo el primer capítulo de la serie, que comenzaba de manera grandiosa. Una ballena azul de 30 m de largo y más de 200 toneladas de peso: su lengua tan grande como un elefante y su corazón del tamaño de un coche, y algunos de sus vasos sanguíneos tan grandes que se podría nadar dentro de ellos; la anchura de su cola tan grande como un pequeño avión…y mientras la preciosa voz de David Attemborough nos relataba todo esto con su particular y grandilocuente locución, la imagen de la poderosa cola del animal más grande del planeta se sumergía de manera majestuosa en las aguas con la potente banda sonora de la serie de fondo. Este comienzo de episodio lo he visto muchas veces y no deja de emocionarme y hacerme ser realmente consciente de lo imponente que es esta ballena y el mundo marino en general.

La sensación de poder contemplar la maravilla de la vida del océano no acababa más que empezar. Reconozco que incluso para una irrefrenable curiosa como yo los documentales submarinos son a veces soporíferos. Y sin embargo, Planeta Azul es diferente, con escenas nunca antes vistas casi más propias de una película de acción que de de un documental de naturaleza. Quizá alguno recuerde que fue en esta serie la primera vez que se vieron imágenes de enormes bancos de sardinas moviéndose de manera convulsiva y serpenteante mientras que grupos de leones marinos rodeaban a la masa ondulante. Esto hacía literalmente hervir la superficie del mar por la presencia de tantos peces juntos acosados por los depredadores. Mientras tanto llegaban desde abajo los voraces atunes que se lanzaban como torpedos contra la masa cada vez más compacta y apretada. A su vez, la agitación de la superficie atraía a los araos, que se lanzan a por las sardinas dejándonos boquiabiertos con su capacidad de buceo. A continuación, aparecen más depredadores, los tiburones cobre, que colaboran con el resto para apretar y acorralar la masa. Sin escapatoria, las sardinas son devoradas por leones marinos, atunes, araos y tiburones que sorprendentemente colaboran entre sí y no se atacan entre ellos. Llegan los delfines comunes y se suman a la fiesta: una ya no sabe si respirar por la emoción de la acción de la escena. Cuando ya no puedes dejar de maravillarte de lo que estás viendo, aparece una enorme ballena rorcual que devora de una sola engullida una gran parte del banco. En menos de una hora, decenas de toneladas de sardinas son devoradas y no queda nada de ellas.

Recuerdo muchas de las escenas, las he visto una y otra vez. Cada episodio siempre contenía imágenes de la vida natural muy poco conocidas. Vimos el abismo de las profundidades, cuando se apagaban las luces de los sumergibles y nos explicaron el fenómeno de la bioluminiscencia. Siniestros peces de amenazador aspecto, con mandíbulas imposibles de cerrar llenas de dientes que sobresalían como espadas afiladas, mostraban señuelos luminosos para atraer la atención de sus presas. Extrañas masas gelatinosas que se contoneaban ante la cámara submarina, y ctenóforos con tentáculos de extraña luz tililante. Como si fuera la observación de un extraño planeta desde una nave espacial las imágenes de los sumergibles marinos nos encandilaron mostrándonos visiones sorprendentes, como la del extraño pulpo dumbo, nadando con sus apéndices cefálicos a modo de orejas gigantes. Y mientras tanto se sucedían escenas de acción y depredación, y la voz en off de Attemborough explicaba que el mundo del abismo es tan desconocido como el del espacio exterior, y que cada día se siguen descubriendo nuevas y sorprendentes especies y formas de vida.

Creo que todos nos sentimos algo sobrecogidos por las asombrosas formas de vida en las fumarolas marinas de las dorsales oceánicas donde se forma la corteza terrestre. Increíblemente allí viven unas bacterias que son capaces de alimentarse de compuestos de azufre en lugar de oxígeno. Y alimentándose de estas bacterias millones de crustáceos se agrupaban en masa. Enormes gusanos tubícolas viven en un ambiente sulfuroso en el que se podría pensar que la vida no podría existir. Es con muchas de estas imágenes de las cuales Planeta Azul nos mostró una inolvidable selección, con las que los científicos han cambiado su percepción sobre los orígenes de la vida, llegando a  la conclusión de que la vida se desarrolla de maneras que nunca hubiéramos conocido de no ser por el descubrimiento de la vida en estos ambientes extremos.
 
 
Pero la vida en el océano no siempre se desarrolla en el azul o en las profundidades marinas abisales. Los ecosistemas costeros son zonas de variaciones extremas en cuanto a las condiciones del oleaje y de la presencia o ausencia de agua debido a las mareas. El origen de la marea no es de este planeta, dado que es debida a la fuerza gravitacional de la Luna y del Sol, que mueve las masas de agua de la Tierra. Los animales que viven en las zonas intermareales han aprendido a adaptarse a estas condiciones tan cambiantes. Pudimos ver maravillosas imágenes de cangrejos que se alimentaban de los organismos del sustrato arenoso en las horas en las que las aguas se retiran y que llenaban la superficie de la playa de pequeñas bolitas de arena con los restos de su festín.
 

Los arrecifes de coral también tuvieron su lugar protagonista en la serie. Quizá lo más novedoso fue la filmación de la liberación de esperma y huevos por parte de los arrecifes coralinos en determinadas noches del año. Un maravilloso espectáculo que nos mostraba la génesis de nuevos corales como nunca lo habíamos visto hasta entonces.

Podría continuar horas y horas describiendo las innumerables escenas espectaculares del mundo submarino de nuestro planeta azul que contaba esta serie en sus 10 episodios. También se incluyó un episodio sobre conservación, para mostrar al mundo que las maravillas del océano están en peligro por la avaricia humana y por la falta de respeto por el medio.

Cinco años de rodaje magistralmente mostrados al mundo en esta serie documental que sorprendió y nos emocionó, siendo el referente para todos los que amamos el medio marino. Se vendió a más de 50 países y se hizo una edición de 90 minutos para los cines.

Y ahora, más de 15 años después, volvemos a vibrar con los nuevos episodios. Sorprende que casi la mitad de los espectadores británicos vieran el episodio que se emitió el pasado 29 de octubre. Logró un increíble 41,4% de cuota de pantalla, una audiencia media de 10,3 millones de personas y un máximo de 10,6 millones según los datos publicados por The Independent. Asombrosas cifras para un documental de naturaleza, pero que a mi juicio están plenamente justificadas por su calidad.

En nuestro país no será lo mismo dado que se emite por una emisora de pago y tendremos que conformarnos con ir viendo los episodios cuando ya no sean novedad y los emitan los canales nacionales.

Lo que está claro es que esta nueva entrega está sorprendiendo tanto como la primera y los pocos afortunados que hemos podido ver los primeros episodios estamos impresionados del nivel de las escenas que han elegido para enseñarnos el mundo natural. Sin duda la BBC no tiene límite en cuanto a su poder de recopilar las imágenes más novedosas e impresionantes del momento y mostrarlas de manera tan espectacular al público en general.

Take a deep breath (Respira profundamente) es el título de la nueva serie. Seguiremos aprendiendo del mundo marino con la BBC.

Los capítulos de Planeta Azul los puedes ver en:

Y pequeños clips de vídeo de la nueva serie Planeta Azul II en:


EL ASOMBROSO MUNDO DE LOS CEFALÓPODOS

Texto: Mónica Alonso Ruiz
Fotos: José Calderón y Pilar Muñiz
Este artículo se publicó en la revista Acusub nº 178
http://acusub.com/?p=2707

Existe un grupo de animales marinos de lo más sorprendente, por sus llamativas características y por la enorme habilidad de los que lo componen. Los cefalópodos, pulpos, calamares, sepias, argonautas y nautilos no son tan solo suculentos ingredientes de nuestros platos mediterráneos sino que son verdaderas maravillas del mar y han sido desde la antigüedad una gran fuente de leyendas.

Foto: Dominio público (Wikipedia)

El obispo sueco Olaus Magnus en el siglo XVI fue el primero en citar por escrito al “Kraken”, que significa pulpo en nórdico, y desde entonces se han vertido ríos de tinta sobre él. Era un enorme monstruo marino de grandes tentáculos y se decía que podía incluso hundir barcos.

El Kraken ha sido uno de los monstruos marinos más temidos por los marineros en la antigüedad
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Julio Verne nos habla de un pulpo gigante en “Veinte mil leguas de viaje submarino”. Incluso su submarino, el Nautilus, tiene nombre de cefalópodo. Es muy curioso leer cómo esta nave es capaz de ascender o descender al abismo cambiando la presión de las cámaras de la concha de la que está recubierto: no es coincidencia que la forma de ascender o descender de los nautilos en la columna de agua es precisamente la misma que describió Verne.

El pulpo gigante que describe Verne en “Veinte mil leguas de viaje submarino”.
Esta es una de las ilustraciones originales de la novela.
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Sin embargo las historias de los cefalópodos son mucho más antiguas y ya Homero en el 650 a de C, habla de Scylla en su Odisea. Éste era un monstruo marino con muchos brazos que capturaba a los marineros del barco de Ulises. Es indudable que al ser humano le fascinan los monstruos marinos y estos animales de apariencia tan extraña se prestan para el papel de malos de la película.

El nombre de esta clase de invertebrados moluscos, cephalopoda, proviene del griego kephalé, que significa cabeza, y de podós, que significa pies. Literalmente son animales con los pies en la cabeza. Y ello es porque el pie característico de los moluscos se sitúa junto a la cabeza, y se diversifica en varios tentáculos, desde los 8 de los pulpos, hasta los 90 que pueden tener los nautilos. En cuanto a los tentáculos no todos tienen las ventosas características, puesto que los nautilos no las tienen.

Los cefalópodos tienen los pies rodeando la cabeza
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Curiosidades tienen muchas y casi todas son muy llamativas. Estos animales son de crecimiento rápido y vida corta pues muchos viven menos de 1 o 2 años, salvo especies de aguas profundas y polares, y los nautilos, que pueden vivir mucho más. Son carnívoros y la mayoría cazan sus presas vivas, peces y crustáceos. Tienen la boca en la parte baja de la cabeza y sus tentáculos formando un anillo alrededor de la misma. Todos poseen un pico duro similar al de un loro, capar de triturar los más duros caparazones de los crustáceos, y tienen una lengua especial con dientes llamada rádula, común a todos los moluscos.
Ilustración del pico córneo de los cefalópodos
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Los órganos de su cuerpo se almacenan en una bolsa o cuerpo en forma de tubo, que se llama manto. La ausencia de concha en algunos de ellos hace que su cuerpo sea musculoso y flexible. A algunos de ellos, como los pulpos, les proporciona la asombrosa capacidad de poder comprimirse en espacios muy inferiores a su tamaño. Siendo moluscos, los pulpos han perdido su concha, las sepias la tienen interna, los calamares tienen unos elementos rígidos internos llamados pluma o caña, y los nautilos y argonautas tienen una concha externa.

Los pulpos son seres muy flexibles y hábiles.
Foto: José Calderón

En los laterales del manto, las especies nadadoras, calamares y sepias, tienen unas aletas estabilizadoras. Todas las especies tienen un tubo o sifón que accionan para el movimiento por propulsión a chorro y que también les sirve para impulsar el agua hacia la zona branquial dentro de su manto. El sifón también les sirve para expulsar la tinta, que es un líquido oscuro con gran concentración de pigmentos, que algunos utilizan para despistar a sus depredadores.

Dibujo: Mónica Alonso

Otra característica llamativa presente en sepias, pulpos y calamares es la capacidad que tienen para cambiar de color. Ello es debido a la presencia en su piel de cromatóforos, unas células especializadas que poseen pigmentos que se expanden o contraen a voluntad del animal. Así pueden cambiar de color en segundos para mimetizarse con el entorno o expresar estados de ánimo. Esto se complementa en el caso de los pulpos con la capacidad que tienen para modificar la rugosidad y textura de su piel mediante contracciones musculares de su manto. Seguramente todos hemos visto en la inmersión pulpos perfectamente mimetizados, no solo en el color sino también en la rugosidad de su piel, lo que les hacen pasar inadvertidos a nuestros ojos. Los cefalópodos de profundidad son capaces incluso de generar luz mediante unas células denominadas fotóforos situadas en su piel.

Los cromatóforos de la piel de los cefalópodos les permiten variar su color e incluso brillar en la oscuridad.
Foto: Pilar Muñiz

La natación es muy singular en los cefalópodos. Las sepias y los nautilos siguen el mismo sistema de flotación, llenando de gas ciertas partes de su concha; todos ellos utilizan la propulsión a chorro para “nadar” y los calamares de profundidad han desarrollado un sistema químico de flotación, a base de compuestos amoniacales poco densos que llenan espacios de su cuerpo.

La concha externa de los nautilos está compartimentada y llena de gas para facilitar la flotación.
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Otra curiosidad destacable de estos animales es su sistema nervioso complejo. Su cerebro tiene forma de anillo y rodea al tubo digestivo, lo cual es exclusivo de los cefalópodos dentro de los invertebrados y este órgano se rodea de una masa gelatinosa que sugiere a los científicos pensar en un intento evolutivo de formar un “cráneo sin hueso”. Pero su característica más llamativa es que las células nerviosas no están centralizadas en su cerebro sino que están distribuidas por los músculos del manto, lo cual les proporciona habilidades importantes. Los neurólogos han experimentado durante años con pulpos, y han detectado una “inteligencia” superior a cualquier otro invertebrado, dado que son capaces de encontrar la salida de un laberinto, abrir botes, e incluso realizar conductas aprendidas.
Habréis oído hablar sobre los tres corazones de los cefalópodos, uno bajo cada branquia y un tercero que es el corazón central de su sistema circulatorio. Este se caracteriza por tener sangre azul, basada en compuestos de cobre para realizar el transporte del oxígeno, en lugar de compuestos de hierro rojos que son los que utilizamos los vertebrados.

Hay unas 700 especies de cefalópodos, aunque su número se incrementa cada año. Se estima que las especies extintas rondan las 11.000 puesto que estos animales llevan en nuestros océanos más de 500 millones de años, que fue cuando se estima que se separaron del resto de moluscos. En ese momento comenzaron a utilizar cámaras de aire para flotar, lo que les permitió abandonar el fondo marino al que estaban asociados los moluscos y establecieron nuevas formas de vida menos bentónicas.

Las sepias

Los sepíidos o sepias también son conocidos por los nombres de jibia o choco. Su principal característica es que han modificado su concha, que habitualmente llamamos jibia, quedando oculta bajo la cara dorsal de su cuerpo y cubierta por el manto.
La más común en el Mediterráneo es la Sepia officinalis, que puede tener una longitud de 65 cm, de los cuales el manto puede ocupar 35 cm. Tiene un cuerpo aplanado y rodeado de una cresta cutánea que utiliza para nadar mediante su ondulación. Tiene 8 brazos y dos tentáculos que utilizan muy hábilmente para cazar. Su coloración es muy variable, y cambia con su estado de ánimo. Generalmente suele ser de color arena, para mimetizarse con los fondos arenosos.
En el Mediterráneo existen dos especies más, Sepia orbignyana, con una espina en el extremo de la jibia y más pequeña que la S. officinalis, y la Sepia elegans, de menor tamaño. 

La sepia presenta 10 tentáculos, dos de ellos modificados.
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Habita fondos arenosos y praderas de posidonia. Es nadadora aunque menos que los calamares. Vive de noche y se alimenta de langostas, crustáceos y peces pequeños a los que caza al acecho, desplegando una altísima velocidad al lanzar los tentáculos sobre la presa. Si ésta no está al alcance directo de ellos utiliza una técnica de disimulo y persecución, en la que es literalmente una artista, abandonando su guarida diurna, y se impulsa con el sifón dirigido hacia atrás hasta que la alcanza.

Una sepia en actitud desafiante, con dos de sus brazos centrales elevados. Los tentáculos los tiene recogidos hacia el interior, y los utiliza como útiles de caza, los cuales despliega a gran velocidad.
La gran variedad de posiciones de los tentáculos de la sepia revelan un lenguaje corporal muy evolucionado, llegando incluso a intimidar a sus presas, las cuales quedan incluso paralizadas por el terror.
Foto: José Calderón

En primavera se reproduce y los machos suelen adoptar una  llamativa coloración cebreada. Durante la cópula el macho pasa su cápsula seminal a la hembra con ayuda de un brazo modificado para la cópula. Los huevos fecundados se depositan al cabo de pocas horas. El macho se queda con la hembra y ambos mueren de inanición tras cuidar de la puesta.

Suele poner más de 500 huevos, con forma de limón, de un color oscuro y de unos 8 mm de tamaño, sujetos al fondo en forma de racimos. Al cabo de 2 meses eclosionan sepias diminutas completamente desarrolladas de 1 cm de tamaño. Vive entre 18 y 30 meses, y sus depredadores son el hombre, las morenas y los congrios.

Los pulpos

Los pulpos u octópodos carecen de concha y tienen ocho brazos con ventosas con gran poder de adherencia. Se alimentan de algas, peces y crustáceos pequeños. Tienen mucha fuerza en comparación con su tamaño. Pasan mucho tiempo escondidos en grietas y salen a cazar por la noche. Se mimetizan con el entorno y expresan muy bien su estado de ánimo: cuando se ponen de color blanco es que están asustados.

La morena, el congrio o el mero son sus depredadores, de los que se defienden con gran habilidad y valentía, llegando incluso a perder alguno de sus miembros como sacrificio cuando son capturados. Regeneran el miembro perdido al cabo de poco tiempo.

El pulpo despliega su enorme cuerpo de tentáculos cuando está cazando.
Foto: José Calderón

Uno de los brazos del pulpo es en realidad el órgano copulador en el macho, llamado hectocótilo, el cual introduce en la cloaca de la hembra. La hembra cuida sus huevos hasta que eclosionan, y  para ello se mete en una cueva en la que tapa su entrada con trozos de conchas y piedras. Durante ese periodo defiende a su futura prole de los depredadores y oxigena la cueva. No se alimenta durante ese periodo y tras la eclosión de los huevos muere. Por eso es tan importante que los buceadores no molestemos a los pulpos que están en su cueva pues generalmente son hembras que cuidan de sus huevos.

Se les considera los invertebrados de mayor inteligencia, por su capacidad de aprender y resolver situaciones complicadas. Dado que los ejemplares adultos mueren tras la eclosión de los huevos, el conocimiento no se transmite de adultos a juveniles como ocurre con los vertebrados, y cada individuo debe aprender por sí solo todas sus habilidades. Esto supone una gran hazaña para un animal tan inteligente que no tiene la ayuda de sus progenitores ni puede utilizar la técnica de la imitación de otros individuos para el aprendizaje.

Las ventosas de los brazos de los pulpos les permiten literalmente adherirse a los objetos y así poder cogerlos y moverlos.
Foto: Pilar Muñiz
Es el invertebrado con un cerebro más desarrollado y complementa esta capacidad con unos ojos muy evolucionados y un sistema de tacto magnífico, lo que le permite tomar decisiones con precisión y rapidez.
El ojo del pulpo es muy evolucionado y según los científicos son capaces de ajustar el espectro de luz que perciben para adaptarse a la profundidad a la que viven.
En la fotografía podemos observar la textura que pueden adoptar en la piel para camuflarse.
Foto: Pilar Muñiz

El pulpo común, Octopus vulgaris, presente en todas nuestras costas, puede llegar a medir un metro y es el que habitualmente está presente en nuestra gastronomía. En Canarias podemos encontrar en las inmersiones otra especie de pulpo, la llamada “fabiana”, Callistocopus macropus, que se diferencia del pulpo común por tener un color rojizo, y motas blancas, siendo de menor tamaño que el común.

La “fabiana” es una especie de pulpo que se puede ver en inmersión en Canarias. Su color la hace inconfundible.
Foto: José Calderón
Los calamares

Pulpos y sepias son frecuentes en las inmersiones de nuestras costas, y sin embargo el buceador que ha visto calamares puede considerarse afortunado, pues son más difíciles de ver, por sus hábitos natatorios pelágicos. Los calamares o téutidos deben su nombre al su hueso calcáreo interno que tienen en lugar de cocha, llamado “cálamo”, que significa pluma o caña en latín.

Foto: Dominio público (Wikipedia)

Tienen dos tentáculos musculados dotados de ventosas, que si se arrancan no vuelven a regenerarse, y ocho brazos. Son exclusivamente carnívoros y se alimentan de peces e invertebrados, que capturan con sus dos tentáculos. Son voraces, de movimientos muy rápidos y con crecimiento muy lento. La mayoría viven un año y mueren tras desovar, aunque algunas especies pueden vivir dos o más años.
Lo que más llama la atención de su aspecto es sin duda la presencia de cromatóforos de su piel, que les permiten presentar variedad de colores fluorescentes. 

Los calamares tienen un cuerpo alargado y dos aletas laterales.
Llama la atención la coloración llamativa de su piel que consiguen a base de cromatóforos.
Foto: Pilar Muñiz

La mayoría de las especies no miden más de 60 cm, aunque los calamares gigantes pueden medir hasta 13 m, llegando a ser en ese caso el invertebrado más grande de todos. Estos calamares gigantes tienen también el ojo más grande del reino animal, y que es del tamaño de una pelota de baloncesto. Existen ocho especies de calamares gigantes, del género Architeuctis. Hace tan solo unos pocos años que se han conseguido imágenes de estos colosos marinos, de los cuales se conocía su existencia por varamientos de animales muertos.  Una característica de estas especies gigantes es el uso de compuestos amoniacales dentro de su cuerpo para facilitar su flotación por su baja densidad. Ello explica este olor tan característico en los cadáveres encontrados.

El enorme pico del calamar gigante.
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Hay otros calamares grandes que quizá hayáis visto en documentales por su destacado tamaño (no tan grande como los gigantes) siendo llamativos por lo agresivos que son entre sí e incluso con algunos buceadores que los filmaban. Son los temibles calamares de Humboldt (Dosidicus gigas), presentes en el Pacífico. Son especialmente violentos con los objetos que no identifican como algo conocido. Su estrategia de ataque se realiza con los brazos en forma de cono. Los dos tentáculos tienen unos afilados “dientes” que pueden provocar heridas graves (como las observadas en los cachalotes).

Un calamar de Humboldt
Foto: Fish Guy (Wikipedia)

Los nautilos

Los nautilos son los supervivientes de una larga saga de moluscos fósiles que apenas han sufrido cambios durante millones de años. Son más cercanos a los primitivos cefalópodos de hace 500 millones de años que a los actuales, que aparecieron hace 100 millones de años. Su nombre viene del griego nautilo, que significa marinero.

Dibujo de la concha del nautilo.
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Posiblemente os suene el nombre de Nautilus, por “Veinte mil leguas de viaje submarino”, y no lo asociéis a este animal, pero como ya explicamos al principio, Verne ya conocía este animal y su habilidad con la flotación que aplicó a su famosa nave.

La gran diferencia con el resto de los cefalópodos es que tienen más tentáculos, llegando  algunas especies a tener alrededor de 90, y no tienen ventosas. Tampoco tienen cerebros complejos como los de los pulpos, sepias y calamares, lo cual podía ser síntoma de falta de inteligencia, pero sin embargo estudios recientes han demostrado que tienen cierta capacidad de aprender al disponer de una memoria ciertamente desarrollada al nivel del resto de cefalópodos. Son muy longevos, llegando a vivir hasta 20 años, lo cual es muy poco frecuente en los cefalópodos.

Hay cinco especies y miden entre 16 y 26 cm. Utilizan su concha dividida en cámaras para la flotación, aunque tienen un sifón por el cual también realizan propulsión a chorro. No tienen tinta, aunque sus antepasados sí la tuvieron. Parece que su pérdida es debida a que son animales pelágicos que viven en grandes profundidades, donde no hay luz.

Tienen la rara habilidad de, siendo animales de profundidad, no sufrir cuando son ascendidos artificialmente cuando se pescan, y consiguen seguir vivos, al contrario que otros peces o crustáceos. Se desconoce cómo resuelven su gran tolerancia a las variaciones grandes de presión.

Hay una pequeña industria de buceo con nautilos en Asia, donde los capturan en profundidad con trampas y los sueltan en la superficie para nadar con ellos y poder fotografiarlos.

La geometría de la concha del nautilo ha sido estudiada por los matemáticos dado que responde a la espiral logarítmica o áurea y se han realizado diversas disquisiciones matemáticas sobre ella.

Los argonautas

Los argonautas son animales muy difíciles de ver en inmersión por lo raros que son. Tienen vida pelágica y viven en el azul. Se les llama también “nautilos de papel”, por la similitud de la concha de las hembras a la del nautilo. Tan extraños son que presentan un “dimorfismo sexual” de los más acentuados del mundo animal: y esto significa que la hembra y el macho son muy diferentes entre sí. Las hembras miden aproximadamente unos 10 cm y tienen una concha que puede medir hasta 30 cm, mientras que los machos no suelen superar los 2 cm y no tienen concha.

Dibujo de una hembra de argonauta.
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Su nombre viene de Argos, en griego nombre de la nave de Jasón y nauta, marinero, en recuerdo de los héroes que navegaron por el Mediterráneo en busca del vellocino de oro, comandados por Jasón.

La hembra del argonauta.
Foto: Dominio público (Wikipedia)

Los machos, tan diminutos en comparación con la hembra tienen una vida muy corta, que utilizan para aparearse. No fueron descubiertos hasta el siglo XIX y parece ser que nunca han sido observados vivos en la naturaleza. Las hembras viven más tiempo y se encargan de la puesta de los huevos, que realizan dentro de la concha. Ésta no es un verdadero caparazón porque solo está destinada a contener los huevos y no a albergar al animal, salvo que a causa de un peligro deba meterse dentro.

Radiografía de la concha de un nautilo y de un argonauta, que presentan similitudes, por la presencia de cámaras de aire que permiten al animal controlar su flotabilidad.

A pesar del parecido de las hembras con el nautilo, el argonauta se parece más al pulpo, con 8 tentáculos dotados de ventosas. Recientemente se ha sabido que utilizan la concha, llenando sus cavidades, para ascender en la columna de agua, lo cual da una segunda función a la misma, y utilizan el mismo sistema de propulsión a chorro del resto de cefalópodos. También son capaces de expulsar tinta por el sifón.

Los argonautas aparecían en “Veinte mil leguas de viaje submarino”, de Julio Verne, y su encuentro según los antiguos, presagiaba prosperidades y buena ventura, según el personaje narrador del libro. También menciona que el argonauta es acetabulífero, es decir, provisto de ventosas y no habrían de confundirlo con el nautilo que es tentaculifero, es decir, provisto de tentáculos.

Hace ya casi 15 años tuve la enorme suerte de ver un ejemplar vivo de una hembra en Lanzarote. Unos pescadores avisaron al centro de buceo de que habían capturado un extraño animal desconocido. Se reunió a varios científicos de la zona y se organizó una salida en barco para la liberación de tan precioso y raro animal. Desafortunadamente no conservo fotos de aquel encuentro.

Hemos disfrutado por un rato de curiosas, extrañas y llamativas criaturas del mar, el cual nos muestra toda su belleza en forma de diversidad. Y se nos han quedado en el tintero algunas especies más de cefalópodos raros que me reservo para una próxima ocasión. Mientras tanto, cada vez que veamos un pulpo o una sepia en la inmersión disfrutaremos de su presencia como seres excepcionales a los cuales veremos con otros ojos a partir de ahora.

Puedes ver una charla muy completa sobre la sepia aquí:



REFERENCIAS: